El me pegaba, y cada golpe era recibido por mi como merecido, por haberse gastado el dinero en el bar, por no querer yo hacer el amor, por no estar maquillada y que no se notasen los abusos de la noche anterior, por que mi miedo le hacia daño.
El me pegaba, y cuando tumbada en el suelo su pie se dirigía a mi vientre, yo sabia que lo hacia por si en algún momento anterior me había dejado embaraza, porque el no quería tener hijas “putas” como yo, por que no quería tener hijos que le hiciesen frente algún día.
El me pegaba gritándome, mientras al otro día se arrepentía llorando, diciéndome que yo le sacaba de sus casillas, si al volver de madrugada la cena estaba fría, eso no le apetecía ( que eso era siempre) porque lo que el quería era volver a dominarme, pisoteando mi autoestima, y diciéndome lo que yo era…
Yo consentía todo por que el miedo me paralizaba, y era tanto que a veces y antes de llegar, yo repasaba una y otra vez mentalmente todo lo que le molestaba, sin llegar jamás a saberlo todo, por que el se inventaba nuevas ofensas para decirme lo mal que yo me portaba con el, por no ser brava y no hacerle frente, por no entenderle jamás.
Una noche pensé que no debería seguir con el, que debería marcharme sin destino, y cuando dormía profundamente la borrachera me marche, dejando allí en la casa de mis sueños, todo, todo lo que tanto me costo, todo mi amor hacia alguien que yo empecé a pensar que no me merecía, deje hasta la rabia al marcharme.
Y volví a sonreír en el otoño de mis días, junto a la nada de mis noches, junto a un destino incierto que me hace valorarme cada día mas diciéndome ¡¡¡ venga chica fantastica, tú puedes con todo!!! ahora nada de amores, ahora cuídate para que vuelvas a ser libre interiormente, por que tu cuerpo ya lo es... de los golpes.