sábado, 3 de diciembre de 2016

HECHOS PROBADOS





HECHOS PROBADOS


Se jactaba constantemente de que podía hacer con su mujer lo que le diera la gana, su prepotencia le llevó a repetir la frase incluso ante los policías que lo detuvieron por propinar una paliza a su esposa y a la menor de sus cuatro hijos, entonces un bebé de apenas 19 días de vida.


En el juicio también quedó patente que no sólo pegaba a su esposa, sino que sus cuatro hijos, los dos varones mayores, que entonces tenían 9 y 6 años, y las dos chicas, una niña de 2 años y la recién nacida, de 19 días, también eran objeto habitual de sus iras.


La mujer, que pasó a vivir un tiempo junto con los niños en una casa de acogida, contó en el juzgado que jamás había denunciado.


Además, el la amenazó en numerosas ocasiones con que la mataría a ella y todos sus hijos si le denunciaba o acudía a un médico tras una de las palizas, y que si huía, la buscaría por todos los rincones de España y que entonces la mataría a ella y a los niños.


La mujer hizo un pormenorizado relato de las palizas. Recibió puñetazos, patadas, le arrancó mechones enteros de pelo, llegó a fracturarle un brazo y fue escayolada, pero al médico le mintió contando que se había caído, soportó que le colocara más de una vez un cuchillo en el cuello y fue humillada con azotes propinados con una manguera. El sumario es escalofriante.


Cualquier excusa servía para la siguiente paliza: si tenía algún contratiempo con alguien en la calle, la culpaba a ella y le pegaba; si se enfadaba con un tercero, también; si le dolía algo, la responsabilizaba y la emprendía a golpes con ella; y si simplemente no encontraba algo por casa, una nueva paliza.


El día de su detención, la mujer enseñó las lesiones a escondidas a los dos policías que acudieron a su casa, levantándose las mangas de la hasta dejar a la luz los hematomas y las heridas aún sangrantes. También su bebé tenía lesiones ese día.


De hecho, cuando intervino la policía, los pequeños llevaban dos días sin comer, estaban aterrorizados, igual que su madre, que dejó repentinamente de producir leche a raíz de esa última paliza, lo que dejó incluso a la recién nacida sin alimento.


Todos esos episodios acabaron siendo el sostén para condenar al acusado ahora en prisión y a punto de abandonar la prisión una vez cumplidas sus sentencias ¡¡¡ INCOMPRENSIBLE !!! Todo volverá a suceder...


domingo, 13 de noviembre de 2016

LO QUE SUCEDE A VECES...






LO QUE SUCEDE A VECES...


Recuerdo la primera vez que me dio el primer empujón después de amenazarme varias veces de que saldría por la ventana... Pensé, le pongo nervioso, no calló a tiempo, soy vaga y me duermo en los laureles...


La segunda vez pensé, no mereces ni sus miradas, el llega de trabajar y tu estas fea ya apenas te has arreglado, lo incitas a pegarte, y por eso se va por las noches, abandona su casa por tu culpa, eres mala mujer...


La tercera cuando llego a casa y estaba arreglada me dijo... A dónde has estado, yo no quiero una modelo que desaparezca de " mi casa" casa a saber dónde, que se gaste " mis dineros " en pinturas, o en las rebajas, o se tome un café que no te has merecido...


La cuarta vez me dijo, a ver si te crees que voy a mantenerte sólo por darme un hijo, ni te lo creas, no quiero niños llorones y mocosos, no quiero verte gorda, no quiero que salga eres un adefesio, yo no me case contigo para eso...


Y ya no volvió a decirme nada, sólo pasaba de trabajar y me daba un tortazo, así, por sistema, y yo pensaba... Será por lo fea que soy, o por lo guapa, o por no arreglarme, o por ducharme cada día, o por ponerme un vestido blanco, o amarillo, o azul, ya no sabía que pensar...


Entonces apareció la luz en mí porque le quería y no podía pensar que era porque había dejado de quererme, yo siempre tenía una excusa para su maltrato...


Y empezó a dolerme todo, pero no los golpes, sólo su dejadez, su abandono, sus voces, porque supe que soy quería verme muerta, y él no quería emplear sus manos, se las mancharía con mi sudor, mi sangre, o mis lágrimas, y decidió que yo sola hiciese ese trabajo, que yo me deprimiese y me tirase por la ventana, o me tomase mil pastillas, o más directo... Una botella de lejía.


Y aunque lo pensé mil veces me falto valor, mi hijo me mantenía atado a él, a su vida, y a mi muerte...


Ahora nada, no esperó nada, mientras crece mi hijo... No siento nada, espero, y sueño con la libertad de otro mundo mejor.